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Sobre diccionarios y otras armas negras

miércoles, 24 de marzo de 2010

Si el amor fuera definible,
-Es decir, que en una receta
sea expresable con palabras
los ingredientes del amor-
fácilmente podríamos tomarlo
y embotellarlo en frascos,
comerciarlo en tónicos afrodisíacos
e incluirlo en las tablas nutricionales.
Y de inmediato, te aseguro que, como en los lácteos,
saldrán personas genéticamente intolerantes al amor.
Produciría ronchitas, urticaria, gases o diarrea;
todas esas cosas que ya no se parecen en nada.

Si el amor fuera definible
acarrearía más problemas que si no lo fuera.
¿Qué afán persiguen aquellos diccionarios eruditos
intentando –afortunadamente sin frutos- un consenso del amor?
Se dan de topes, van ciegos y enfadados
tras una sublime risilla
que juega a la gallina ciega y se burla de ellos.
Escapándose de entre las innumerables manos
que logran multiplicarse exponencialmente
al número de palabras a la “n” potencia;
lo intentan atrapar y decodificar
con los elementos ofrecidos
y que para su sorpresa, nunca acaban.
Es el amor que se burla de ellos,
que cuando creen tenerlo asido por las orejas
se les escapa como una liebre númen,
dejando en su lugar un término vago e impreciso
pero relativamente nuevo;
que sólo delata la dirección de fuga hacia donde se ha ido.

Tienen algo de poetas los diccionarios,
sólo que les da vergüenza reconocer su parentela.

Otros, por su lado, lo intentan de diferente manera.
Se lanzan al acecho de su rastro,
Olfateando todo tipo de excrementos griegos o latinos
Hasta a las eses más contemporáneas y frescas.
¡Qué humorístico sería encontrar al amor así!
Todo comprometido y avergonzado,
Con los pantalones a los tobillos.
A medio cagar.

Se presumen de ilustradas, una vez negado Dios,
Enciclopedias recopiladoras del saber humano.
¿Qué amor sabe de humano?
¿Qué humano sabe de amor?

Si el amor fuera definible
¿Qué sería del diccionario?
Ese compendio de herejías y palabras profanas
de blasfema erudición,
que corre enamorado, ebrio de lenguaje,
marioneta caprichosa, pero sin volición.

Si el amor fuera definible
no tendría sentido,
sólo esa sensación de vacío
que confirma la muerte del alma.
La existencia de la nada absoluta.

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