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De las aves y los topos

martes, 30 de marzo de 2010

A lo largo de los tiempos se ha sabido de la rivalidad que la misma naturaleza impone a sus hijos. Observamos cómo ya de facto, diferentes especies de animales luchan por su supervivencia en un entorno hostil que les orilla a confrontar con otras especies. Muchas veces pareciera que la naturaleza, sabia madre, les ha equipado con lo necesario para que dicha especie logre su objetivo.. De tal manera que parece que mientras a unos les brinda el tamaño y grosor de piel, a otros les otorga camuflaje y rapidez, así la misma naturaleza equilibra en ventajas y desventajas, proveyendo a unos y a otros sin agregar más que lo suficiente y necesario.

No ocurre que la especie voltee a ver la ventaja del otro pues lo importante en la supervivencia es aprovechar sus desventajas como una ventaja aprovechable en su perjuicio. Y por el contrario aquellas ventajas de uno son una desventaja en el otro. Sin embargo acontece que en dos diferentes especies, lo ventajoso y desventajoso poco concierne el uno del otro. Ese fue el caso entre la trifulca que protagonizaban de las aves, con la de los topos.

Dos especies muy distantes entre sí, puesto que no había mucha comunicación entre ellas, ni siquiera predatoria. Ni a los topos le agradaba consumir nada de las aves, ni las aves les agradaba la carne de los topos. Era muy difícil por ejemplo que un águila cazara un topo puesto que se la pasaba bajo tierra. Y como las copas de los árboles, donde anidaban las aves, estaban demasiado lejos del suelo y por tanto de la madriguera, lo topos poco contacto tenían con las aves. Sin embargo, ambos bandos no se ignoraban mutuamente, de hecho eran tan celosos uno de otro que constantemente hablaban mal del bando contrario aún sin tener suficiente información. Por tanto basaban sus calumnias en mitos y rumores que importaban muy poco al otro bando, pero para el que escuchaba representaba una verdadera afrenta a los valores morales de la parvada o de la madriguera respectivamente.

No existía para entonces alguien que pudiera afirmar con certeza, lo inmorales y heréticas que pueden significar el graznido de los patos por que ningún topo entendía qué significaba, como tampoco podría ningún ave calificar de seguros los constantes rumores de acontecimientos orgiásticos que sucedían en las madrigueras.

En medio de estos bandos, no obstante, no reinaba más la incertidumbre como lo hacía la desconfianza y el recelo de tener contacto con el contrario. Esta atmosfera de calumnia no ayudaba en nada para que los escasos y por demás raros contactos de uno y otro desembocara en un tétrico invento, relatado como la más temible de las aventuras épicas. Criaturas fantásticas que nutrían de seres inverosímiles los mitos y leyendas del bando protagonista, híbridos entre la falsedad y la aberración, que figuraban en las historias de aves viajeras y topos emprendedores. El ave-topo era una de las más celebres y que casualmente compartían ambos bandos alternando el orden: Así era ave-topo o topo-ave, una criatura infeliz condenada a nunca volar por vergüenza a su horrible figura, mantenía a las pequeñas lechuzas toda la noche en constante vigilia. O una especie de ave que rasca el techo de las madrigueras, lamentándose el día en el que salió del agujero aspirando ser un ave y que en castigo se le exilió a la superficie, transformándose en una criatura errante e infelizmente inmortal. Toda una historia de horror producida a causa de la insensatez, la calumnia y la poca disposición de ambos bandos de conocerse mutuamente y odiarse sin otro fundamento más que la propia ignorancia.

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