Estar ciego es vivir sin esperanza, vivir ciego es la muerte, vivir sin esperanza es estar muerto en vida. Alguna que otra paráfrasis sacada del libro “Ensayo sobre la ceguera” de José Saramago, un libro que me ha dejado pendiente por un día entero en los ciegos que personifican un reflejo un poco difuso de la sociedad actual.
Me parece que no hay que prestar demasiada atención a la crudeza de los detalles con los que el autor nos transporta a una ciudad decadente, azotada por una sebera epidemia llamada “provisionalmente” el mal blanco, debido a que todos aquellos que la contraen se les nubla la vista y quedan en una ceguera permanente que, parafraseando a Saramago, se asemeja a estar sumergido en un mar de leche.
Me he imagina el día completo cómo se sentiría contraer dicha enfermedad, pero creo que por más que lo he intentado no he tenido nada más cercano a ello, que ver directamente al sol como lo ha hecho el protagonista de Pi(el orden del Caos) Max Cohen, una película dirigida por Darren Aronofky. Si en algo se asemejan estas nos obras, es que en las dos se busca de algún modo salir del caos percibido exclusivamente por el hombre. Pero si de comparaciones se trata, la abundante mención que hace Saramago de las más ocultas necesidades del hombre en un entorno caótico, aquellas necesidades por las que nos avergonzamos, salgan a la luz como tal, necesidades del cuerpo. Me refiero a las necesidades de defecar. Precisamente la presencia de los desechos humanos provocan en uno una terrible sensación de repugnancia por lo que no se ve, pues en tu posición como lector, también te encuentras ciego y caminas por los diferentes salas del manicomio y por las banquetas de la ciudad con esa misma sensación, guiado por la mano amiga de aquella única persona que ve, sea ésta el personaje protagonista, esposa de un oftalmólogo que por alguna razón conserva sus ojos despejados hasta el último párrafo del libro cuando se le nubla la vista, pero también podría ser por el mismo autor, que nos conduce por los límites insospechados de la naturaleza humana en su estado más primitivo y denigrante, carente de ciencia o técnica siquiera, imposibilitado para su autodefensa o siquiera su auto-sustento, siempre dependiente de alguna mano amiga.Y es precisamente la amistad la base de toda política o comunidad tal como diría Santo tomás de Aquino en sus tratados de política.
Encontré también un cierto parecido aunque sea en un sentido alterno al personaje de Johnathan Swift de “Los viajes de Gulliver”. Digo alterno por que si en Saramago las excreciones son utilizadas para generar una atmósfera de repugnancia y de orden, Swift en su obra, logra hasta algún sentido, usar las excreciones en una proporción se podría decir de algún modo cropofílicas, podemos estar seguros de eso cuando el castillo del reino Lilliputense se ve envuelto en llamas y la princesa se encuentra en una torre del castillo y en un arranque de grotesca generosidad, Gulliver se baja el cierre y procede a vaciar todo el tanque, salvando así el castillo entero y la vida de la princesa que por supuesto no tarde en demostrar su desagrado y aversión a los métodos poco heterodoxos de Gulliver conforme a sofocar incendios y salvar princesas se trata.
Sé que estos puntos son discutibles, sin embargo también me he formado la idea de que cualquier cosa sobre la literatura y la poesía son discutibles, no caigan en la tentación de creer que para un autor sólo es posible una sólo interpretación. Es algo bastante constructivo encontrar figuras alternas en la literatura contemporánea. Sobre todo por el empeño que pone Saramago en recordar a los antiguos y honrarlo de manera constante sin desaprovechar cualquier oportunidad para hacerlo, sea esto con citas o refranes salidos de la boca de cada uno de sus personajes y cuestionar así los usos y costumbres de la sociedad en apariencia civilizada que insiste en separarse de la antigüedad.
Ha… y por cierto, sobre mi libro bien intencionado, les juro que lo estoy leyendo por cachos, poco a poco les diré qué onda con la lectura, ojalá y no se quede demasiado tiempo en aquella sección a la que esta reservada.
Me parece que no hay que prestar demasiada atención a la crudeza de los detalles con los que el autor nos transporta a una ciudad decadente, azotada por una sebera epidemia llamada “provisionalmente” el mal blanco, debido a que todos aquellos que la contraen se les nubla la vista y quedan en una ceguera permanente que, parafraseando a Saramago, se asemeja a estar sumergido en un mar de leche.
Me he imagina el día completo cómo se sentiría contraer dicha enfermedad, pero creo que por más que lo he intentado no he tenido nada más cercano a ello, que ver directamente al sol como lo ha hecho el protagonista de Pi(el orden del Caos) Max Cohen, una película dirigida por Darren Aronofky. Si en algo se asemejan estas nos obras, es que en las dos se busca de algún modo salir del caos percibido exclusivamente por el hombre. Pero si de comparaciones se trata, la abundante mención que hace Saramago de las más ocultas necesidades del hombre en un entorno caótico, aquellas necesidades por las que nos avergonzamos, salgan a la luz como tal, necesidades del cuerpo. Me refiero a las necesidades de defecar. Precisamente la presencia de los desechos humanos provocan en uno una terrible sensación de repugnancia por lo que no se ve, pues en tu posición como lector, también te encuentras ciego y caminas por los diferentes salas del manicomio y por las banquetas de la ciudad con esa misma sensación, guiado por la mano amiga de aquella única persona que ve, sea ésta el personaje protagonista, esposa de un oftalmólogo que por alguna razón conserva sus ojos despejados hasta el último párrafo del libro cuando se le nubla la vista, pero también podría ser por el mismo autor, que nos conduce por los límites insospechados de la naturaleza humana en su estado más primitivo y denigrante, carente de ciencia o técnica siquiera, imposibilitado para su autodefensa o siquiera su auto-sustento, siempre dependiente de alguna mano amiga.Y es precisamente la amistad la base de toda política o comunidad tal como diría Santo tomás de Aquino en sus tratados de política.
Encontré también un cierto parecido aunque sea en un sentido alterno al personaje de Johnathan Swift de “Los viajes de Gulliver”. Digo alterno por que si en Saramago las excreciones son utilizadas para generar una atmósfera de repugnancia y de orden, Swift en su obra, logra hasta algún sentido, usar las excreciones en una proporción se podría decir de algún modo cropofílicas, podemos estar seguros de eso cuando el castillo del reino Lilliputense se ve envuelto en llamas y la princesa se encuentra en una torre del castillo y en un arranque de grotesca generosidad, Gulliver se baja el cierre y procede a vaciar todo el tanque, salvando así el castillo entero y la vida de la princesa que por supuesto no tarde en demostrar su desagrado y aversión a los métodos poco heterodoxos de Gulliver conforme a sofocar incendios y salvar princesas se trata.
Sé que estos puntos son discutibles, sin embargo también me he formado la idea de que cualquier cosa sobre la literatura y la poesía son discutibles, no caigan en la tentación de creer que para un autor sólo es posible una sólo interpretación. Es algo bastante constructivo encontrar figuras alternas en la literatura contemporánea. Sobre todo por el empeño que pone Saramago en recordar a los antiguos y honrarlo de manera constante sin desaprovechar cualquier oportunidad para hacerlo, sea esto con citas o refranes salidos de la boca de cada uno de sus personajes y cuestionar así los usos y costumbres de la sociedad en apariencia civilizada que insiste en separarse de la antigüedad.
Ha… y por cierto, sobre mi libro bien intencionado, les juro que lo estoy leyendo por cachos, poco a poco les diré qué onda con la lectura, ojalá y no se quede demasiado tiempo en aquella sección a la que esta reservada.
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