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Renacimiento y Humanismo. Parte I

jueves, 8 de abril de 2010

Capítulo I
Renacimiento y Humanismo.
Una introducción a los términos según sus comentaristas.

Renacimiento

El punto de partida que convencionalmente poseen los distintos eruditos en materia del renacimiento, en lo referente al término conceptual, parte del estudio realizado en 1860 por J. Burckhardt.1 En él se plantea la cuestión del desarrollo intelectual del hombre acometido a finales del siglo XIV y principios del XV como una variación histórica, un cambio del pensamiento del hombre en relación a su contemporaneidad y el periodo medieval anterior, una visión de la naturaleza distinta a sus predecesores, una toma de conciencia de cierto sentido de periodicidad histórica, esto conforme al movimiento cultural que en cierto modo busca ser un indicador de la dignidad del hombre en base a la recuperación de la antigüedad clásica. Esto último será lo que G. Voigt y más tarde P. O. Kristeller denominarán Humanismo.2

Según Burckhardt, el Renacimiento es el auge del Individualismo, es decir:

El mundo y la historia aparecía a través de él maravillosamente coloreadas y el hombre se reconocía a sí mismo sólo como raza, pueblo, partido, corporación, familia u otra forma cualquiera de lo colectivo… (En Italia) se despierta una consideración objetiva del estado… y al lado de esto se yergue, con pleno poder, lo subjetivo: El hombre se convierte en individuo espiritual.
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A lo largo del tiempo ésta postura ha sido fuertemente criticada. Algunas cuestiones que hace J. Huizinga sobre el término, no precisamente en Burckhardt, sino en general, son:

El concepto de renacimiento adolece de vaguedad así en cuanto al tiempo como en cuanto a la extensión, lo mismo en lo tocante a su significación que en lo que atañe a su contenido. Es un concepto confuso, incompleto y fortuito y es, al mismo tiempo, un esquema doctrinal muy peligroso, un término técnico que probablemente haya que desechar por inútil.

En boca de un preguntón expone ésta y otras cuestiones sobre el término, finalizando:

Es una etiqueta para distinguir el vino de la historia embotellado.

Autorefutando este razonamiento alega que el término renacimiento es, originariamente, científico si se adapta a la historia bajo las mismas condiciones de la ciencia. A juicio de Huizinga la historia carece de independencia. Tomemos en cuenta los límites, por ejemplo, hasta cuándo se establece un límite al periodo clásico (tanto para los renacentistas como para nosotros), pues la labor del humanismo renacentista se centrará en la recuperación de sus textos, sin tener una ciencia que pueda diferenciar de un periodo a otro, aquella labor se vuelve más especulativa que científica. En efecto no habrá una diferenciación mediata que logre separar lo que nosotros, deliberadamente hacemos en la carrera de filosofía entre la filosofía helena y la helenística, cuestión que más tarde y gracias a los aportes de Gustav Droysen, reconocido como el creador del término helenismo, nos ayudará a determinar una diferenciación clara y distinta de los conceptos en cuestión.

Por tanto para afirmar un significado conciso del término renacimiento y por consecuente su cualidad específica que le distingue de su antecedente cronológico, (me refiero al humanismo) es necesario determinar en base a qué nos referimos, es decir ¿qué superficie respalda nuestro conocimiento acerca, ya no del término, sino de la validez ontológica del renacimiento como un periodo distinto al anterior? Pues la creación de los términos es en cierto sentido arbitrario, pero en otro es aquél que simplificara en elementos gráficos una esencia.

Retomando a Burckhardt, ese espíritu individual que ronda las sombras de los más ilustres intelectuales renacentistas va a estar comprendido no a partir de una ruptura violenta de un periodo a otro, puesto que el espíritu carecería de materia, sino por una identidad cultural (espiritual), que no será espacio/temporal sino una identidad intelectual que fungirá como una matriz coercitiva en los distintos representantes del renacimiento. Llámense Petrarca o Dante en las letras o Cimabue y Giotto en la pintura, localizados a principio del siglo XIV por citar dos ejemplos en contraposición relativa a Ariosto o Maquiavelo en las letras y Tintoretto o Caravaggio en la pintura, localizados a finales del siglo XVI. Vistos así, su relación es distante en el tiempo y hasta en el estilo, pero culturalmente idéntica.

Sin embargo, aceptar esta postura denominada por Peter Burke Geistesgeschichte o la historia del espíritu donde incluye a Burckhardt, no será una garantía de que nuestro conocimiento histórico logra congeniar con el conocimiento histórico que apela Huizinga, pero que sin embargo intentaré no perder de vista.

Por tanto, entenderé al renacimiento como un periodo cultural en el que coaliciona el interés humanista al que trataremos más adelante, pero que podríamos adelantar, tiene su fundamento en la recuperación de las letras clásicas (bajo la objeción de Huizinga) y su relación con el hombre individual (Burckhardt) en un entorno socio-político el que intentaré enfocarme, debido a la riqueza bibliográfica, me refiero a Italia, que para ir cerrando el criterio es localizable entre 1300 y 1600 a. C.

Bibliografía

Burckhardt, Jacob: La cultura del renacimiento en Italia. Ed. Porrúa. México 1999.
Kristeller, Paul Oskar: El pensamiento renacentista y sus fuentes. ed. FCE. México 1982.
Huizinga, Johan: El concepto de la historia. Ed. FCE. México, 1980.
Hans Jonas: La religión Gnóstica. Ed. Siruela. Madrid, 2003.
Burke, Peter: El renacimiento italiano. Cultura y Sociedad en Italia. Ed. Alianza, Madrid, 1986.
Atalli, Jaques: 1492, Ed. Plural, España, 1992.
Ginzburg, Carlo: El queso y los gusanos: El cosmos según un molinero del siglo XVI. Ed. Península. Barcelona, 1981.

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