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Guerra y Democracia en la intervención histórica de Iturbide y Madero

sábado, 26 de septiembre de 2009

Considero que si en algún momento se ha dado una unión verdadera entre los mexicanos, estas han sido: una, la consumación de la independencia por Iturbide y la caída del porfiriato en tiempos de Madero. La una se me manifiesta como un grandioso despliegue político que Iturbide planea entre silencios y rechiflas que unen a liberales y conservadores, calificada como un triunfo contundente ya desde el tratado de Córdoba, finalizando exitosamente y el segundo fue más una apelación a los nacionalismos semi-románticos, un intento de reunificación con la análoga identidad del mexicano, la propuesta de un “sufragio efectivo, no reelección” apela de nueva cuenta los intereses mexicanos y marca el inicio de una resistencia civil. Aunque hablar de un triunfo de ésta segunda es hablar de más, se comprende que los tintes políticos del movimiento revolucionario a principios de siglo XX poseen tenues matices que se confunden con su antecesor. La cuestión es si este pensamiento en un principio tenue y similar ayuda de algún modo a la democracia.
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Por un lado ambos son llamados a la unidad por medio de la identidad y por otro ambos poseen sus matices; pues mientras uno surge desde inicios como un plan insurgente de conspiración, se perfila como un movimiento armado, el otro surge como un movimiento intelectual que involuntariamente abre paso a la lucha armada. La dirección de ambas se desvincula en la batalla, son tres los elementos para esto: conciencia, voluntariedad y reciprocidad. Y así los movimientos de Independencia se distinguen entre movimientos intelectuales (que apelan a la ideología, llámense esta religión, logia, filosofía) y armados (que nos más que la balacera de unos contra otros, con reserva de que exista simpatías y alianzas).

Así en el primero, la conciencia de una lucha armada se da, en el otro no, la conciencia de un movimiento intelectual se confunde con el religioso en el primero mientras que en el otro la batalla se planea en más en cuestiones de doctrina en contra de la ideología imperante, intentando evitar lo más que se pueda la lucha armada.

La voluntariedad es más amplia, Iturbide consuma la independencia y se bate en el capo de batalla al mismo tiempo que es capaz de tratar con la corte Española y la plebe criolla. Mientras Madero no se dispone a eso, en tanto que es intelectual Madero esta dispuesto a formar células sociales que creen conciencia y por tanto voluntad de un movimiento anti reeleccionista la voluntad ya no se bate entre corte y plebe, como de un cargo gubernamental remunerado, sino en la participación política civil, activa y voluntaria. En el movimiento intelectual de la revolución Madero no tiene un puesto político qué defender, mientras que en el intelectual independentista Iturbide tiene un puesto otorgado al mismo tiempo que un crédito militar y político que no se distingue.

En tanto al movimiento armado, Madero no tiene voluntad hasta que ya es orillado, Iturbide primero batalla con Guerrero y después inicia la política civil. Si tuviera que disertar en éste momento diría que el tipo de propuesta que –Según Vasconcelos – Madero propone, es una fuerte ayuda para una democracia participativa civil siempre y cuando el movimiento continúe bajo el camino del intelecto, sin embargo es Iturbide quien logra su objetivo, no al promover una democracia sino al imponer de antemano el conglomerado de propuestas. Yo cuestiono a partir del criterio de ambos si es que la democracia sirve de algún modo para llegar al objetivo y no es un caldo de cultivo para la confusión política, a extraviar los ideales de la revolución democrática por un despliegue de fuerza coercitiva, a menos claro que sea esta fuerza bruta coercitiva la identidad del mexicano al que indirectamente Madero apeló e Iturbide ya dominaba de antemano. Puesto que mientras Iturbide peleaba contra algo concreto y cambió de perspectiva política, Madero no considera la lucha armada como algo a lo que enfrentar, diría que mientras Iturbide no presta demasiada atención a la cultura como ente sustancial de la lucha si no es por accidente, Madero identifica claramente el relativismo cultural y se enfoca en el terreno del intelecto, que es sólo la mitad del camino.

Desde sus inicios el movimiento independentista que desemboca en Iturbide no tenía pensado una democracia, que si accidentalmente se dio y consolidó con las leyes de reforma ya es otra cuestión. El movimiento Revolucionario se fecunda ya en terrenos aparentemente democráticos, digo aparente por que de no ser así nadie se hubiera sumado a los anhelos de los partidos políticos fundados en ese momento, los unos por que siguiera Díaz los otros por un nuevo dirigente.

Aquello me lleva la última cuestión, reciprocidad. La formación de partidos políticos ya es una reciprocidad, tanto de Díaz como de Madero, tanto de Conservadores peninsulares como liberales criollos entre la lucha intelectual y la armada, la reciprocidad siempre se ha dado. Pienso que la lucha de madero tenía una buena dirección, el error fue no tomar en cuenta que aspirar a la democracia, es aspirar a un tipo de gobierno caótico y belicoso. La participación ciudadana, sobre todo la intelectual ayuda a combatir el relativismo cultural, más no fundamenta la democracia como forma de gobierno si no es que se esta dispuesto a entregar tanto intelecto como fuerza bruta para su consolidación. Diría que el anhelo democracia sólo fundamenta el principio de la discordia y el intelecto no basta para contener, una vez detonados, la otra parte de la conciencia, voluntad y reciprocidad; los anhelos beligerantes de una cultura sediciosa, sino que al contrario forma parte de la sedición.

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