Cuenta Herodoto que después de haber convocado a una lucha entre naves fenicias, y dar un vistazo al grueso de la armada que el ejército persa arrastraba con intenciones de liquidar la resistencia en la Hélade, Jerjes, el poderoso tirano persa, estalló en sollozos en presencia de su tío Artabano. Sus motivos no eran simples, al contrario, el llanto de Jerjes alude al mayor problema existencial del hombre, la muerte y la brevedad de la vida.
No es común experimentar esta angustia (si es que es posible experimentar otra peor), nadie puede acercarte tanto a la muerte, no es posible experimentarlo propiamente y brindar de ella un análisis, no hay forma de transmitir dicho conocimiento, frente a esto sólo queda la angustia existencial Kirkegaardiana.

Frente a estos problemas no hay escuela capaz de darte un conocimiento teórico. Frente a esto, los reyes lloran. No me sorprende imaginar al Madero que llora, al verse proyectado más él en la carne de Justo Sierra. Frente a esto –dice Jerjes- estoy lleno de temor.
La labor educadora de la universidad, a mi juicio, como formadora de ciudadanos también interviene como justificante existencial. Sin embargo no puede demostrar de ninguna forma la cercanía que Jerjes tiene con la muerte. Yo no sé nada, aún no salgo, que un recién egresado hable de la implementación del universitario al campo laboral es pedirle al Jerjes indeciso a militar contra Grecia, que te hable de la muerte. Lo siento, veo el campo de batalla de lejos y me angustia, más no podría más que hablar palabras vacías. Sin embargo cuando pueda hablarte de esto, ya estaré influenciado todas las cargas ideológicas, los consuelos, las tendencias, las letras y poemas que justifiquen al universitario (sobre todo al de filosofía) que intentar sublimar una apología a los breves años de su existencia formativa.
ME quedan los himnos y cantos, las porras y gritos, una amargura en el paladar y un sentimiento abismal de caída libre. Y es tan extraño por ahora mientras me aferro a las faldas de la Universidad, mientras justifique mi existencia. Se que algún día tendré que volar por mi cuenta, y encontrar una justificación a la justificación que ahora tengo. Encontrar en la marcha de camino a la guerra, la razón por la que justificar mis actos. Lograr los actos por la que un hombre o un ciudadano debe permanecer en la memoria de los siglos.
Encontrar la concreción de la justificación de mi existencia, no suena para nada como el objetivo que se plantea uno cuando entra a cualquier carrera. No son cosas que se enseñen en la escuela ni en la satrapía. Sólo en la militancia.
Frente a estos problemas no hay escuela capaz de darte un conocimiento teórico. Frente a esto, los reyes lloran. No me sorprende imaginar al Madero que llora, al verse proyectado más él en la carne de Justo Sierra. Frente a esto –dice Jerjes- estoy lleno de temor.
La labor educadora de la universidad, a mi juicio, como formadora de ciudadanos también interviene como justificante existencial. Sin embargo no puede demostrar de ninguna forma la cercanía que Jerjes tiene con la muerte. Yo no sé nada, aún no salgo, que un recién egresado hable de la implementación del universitario al campo laboral es pedirle al Jerjes indeciso a militar contra Grecia, que te hable de la muerte. Lo siento, veo el campo de batalla de lejos y me angustia, más no podría más que hablar palabras vacías. Sin embargo cuando pueda hablarte de esto, ya estaré influenciado todas las cargas ideológicas, los consuelos, las tendencias, las letras y poemas que justifiquen al universitario (sobre todo al de filosofía) que intentar sublimar una apología a los breves años de su existencia formativa.
ME quedan los himnos y cantos, las porras y gritos, una amargura en el paladar y un sentimiento abismal de caída libre. Y es tan extraño por ahora mientras me aferro a las faldas de la Universidad, mientras justifique mi existencia. Se que algún día tendré que volar por mi cuenta, y encontrar una justificación a la justificación que ahora tengo. Encontrar en la marcha de camino a la guerra, la razón por la que justificar mis actos. Lograr los actos por la que un hombre o un ciudadano debe permanecer en la memoria de los siglos.
Encontrar la concreción de la justificación de mi existencia, no suena para nada como el objetivo que se plantea uno cuando entra a cualquier carrera. No son cosas que se enseñen en la escuela ni en la satrapía. Sólo en la militancia.

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