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Historia Inmediata

viernes, 28 de agosto de 2009

Demetrio, las cejas muy juntas, toma distraído una piedrecita
y la arroja al fondo del cañón. Se mantiene pensativo viendo el desfiladero y dice:
- Mira esa piedrecita cómo ya no se para

Mariano Azuela, Los de Abajo. Tercera parte, Capitulo VI
Cuántas metáforas serían útiles para representar la historia de un pueblo, de qué recursos el poeta o el orador disponen para enaltecer los fulgores de la historia lejana y tardía publicada en los libros de texto. La historia de un hombre, que se volvió la historia de un pueblo, que se volvió la historia de un estado, de una nación. Hazañas que se ostentan algunas veces adornadas de guirnaldas, motivos míticos, colores vívidos. Héroes retratados a la potencia de una deidad, idealistas intelectuales, forjadores de la polis y despiadados enemigos. Todos aquellos hombres redentores que derramaron su sangre por su nación, para que vivas como vives ahora.
Pero un solo vistazo a la actualidad basta para despertar del idilio poético con que el pasado lejano nos es representado. Ese nefasto pasado inmediato que nos incomoda tanto y del que no pocas veces tenemos la sensación de arrepentimiento, pero nos angustia la amargura de su irreversibilidad y la dificultad de su desprendimiento. Frente a esta angustiosa realidad ¿Qué caso tiene el estudio de la historia inmediata?
Retomemos algunos puntos, no hace mucho el rector de la UNAM, José Narro robles dijo: “La historia es la historia y uno no puede deshacerse de ella” refiriéndose a la cuestión de las modificaciones a los libros de texto de nivel básico. Hay otra serie de cuestiones a partir de las cuáles ésta afirmación puede ser interpretada.
Todos poseemos un pasado común, ese pasado es materia prima de la historia. La historia inmediata se condensa en el acontecer cotidiano, la historia idílica se condensa en los libros de texto, la una despreciada por todos y la otra despreciada por el erudito estudioso de la verdad. La historia a la que el rector se refiere es la historia idílica, sin embargo tampoco es despreciable la historia que en ese momento se escribió. La despreciable historia inmediata que ha despreciado a la no menos despreciable historia idílica. Figurará en algún libro esta paradoja.
La historia, en especial nuestra historia, parafraseando a Reyes, se va entretejiendo con los hilos de cada día. Como el hilo del destino de las Moiras, se va entretejiendo una inmediatez. Las noticias segregan una dosis de malestares inmediatos, una serie de fracasos que parece repetir una y otra vez el mismo patrón. Somos una especie de manto huichol de vez en cuando adornado por una lentejuela, un brillo artificial desprovisto del idilio europeo y sus telas finas. ¿Qué sentido tiene entonces la inmediatez histórica? ¿Acaso sólo sirve de leña para la cotidianeidad? ¿No será que este patrón es y siempre ha sido nuestra historia? Aquél patrón que nos une al idilio entretejido imaginado a razón de fracasos y lentejuelas.
Con qué razón alega Narro que no podemos deshacernos de ella. Nos guste o no, nuestra historia inmediata es imprescindible. Su estudio refuerza nuestra unión al patrón idílico de la historia distante y laureada, sea como sea, somos partes de ella.

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